Páginas

viernes, 16 de diciembre de 2016

Magdalena

El niño se durmió acunado en aquellas extrañas palabras. Ese era el momento mágico en que ella se transformaba con una expresión nueva que desprendía paz, quizá la que le habían robado, junto a su familia y la propia tierra que la viera nacer.
     Él, maravillado, se daba la vuelta para disimular la emoción que arañaba sus ojos y que sin poder evitarlo le hacía llorar.
     Magdalena había sido una pequeña huérfana rescatada de un campo de refugiados veinte años atrás. Sin embargo parecía que no podía, o quizá no quería recordarlo y jamás hablaba de ello. Aunque él, sospechaba que no había quedado del todo atrás porque una sombra invisible cubría a veces sus ojos, tan limpios, y un halo de extraña melancolía la envolvía en ocasiones. Entonces respetaba su soledad, esperando paciente a que el color y la sonrisa volvieran a su cara, tan perfecta.
Hasta que había nacido su hijo, desde entonces cada noche, ella besaba la pelusilla de su cabeza, aspiraba su olor dulce y meciéndole le canturreaba en aquél desconocido idioma.


Asun©15 de diciembre de 2016
Imagen recogida de la red. 

Si lo deseas puedes comentar  AQUÍ

2 comentarios:

  1. Que bonita historia, nunca perdemos nuestra cuna y aunque duela no debemos perderla. Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Ester, es una historia entre triste y esperanzada. También muy propia para estas fechas.
      Feliz Navidad y el mejor de los deseos para 2017

      Eliminar

VUESTROS COMENTARIOS SON MI ALEGRÍA