No lo podía evitar. Después de ser la
adolescente mas rebelde y contestataria. Después de discutir con su madre día sí y
día también, por culpa de esos pantalones y camisas que eran todo menos
femeninos (suerte que tenía cuatro hermanos y usaba sus ropas).
Después de casarse y tener hijos, pero aún
así hacer ver, sobre todo a su maridito, que ella no era la esclava de nadie y
la casa, las ropas, e incluso las comidas no distinguían si las limpiaba,
planchaba o cocinaban manos masculinas o femeninas.
Después de todo eso, ahora no fallaba a su
cita semanal de peluquería, disfrutaba como antes lo habría hecho asistiendo a
la ópera, con los días de compras pateando, literalmente, los centros
comerciales. Aceptaba que le abrieran la puerta del coche, o del ascensor y la
dejaran pasar (y hasta movía un poquito más de lo necesario sus caderas).
Y… qué demonios hasta se hacía la ingenua con
comentarios del tipo ¡Pero qué fuerza, por dios!!!, a la vez que ponía esa
carita de ¡si no lo veo, no lo creo!, con la boca abierta y los ojos de
auténtica sorpresa y admiración, esa carita y expresión que le valían, si hubiera querido, estar continuamente
invitada a lo que se le antojara en ese momento, porque además ¡¡¡era rubia!!!
No lo podía evitar. Solo a veces en la
ducha, con el agua cayendo por su cuerpo, mientras disfrutaba de uno de los
mejores momentos del día, se prometía dejar de martirizar un poquito al prójimo
(los hombres). Aunque realmente no era para tanto, nunca llegaba la sangre al río y jamás había puesto en evidencia ni se había burlado de nadie.
Pero luego salía con su albornoz, la toalla envolviendo su cabello, y miraba su imagen de refilón en el espejo, y se decía. Otro día más para comernos el mundo!!!!
Pero luego salía con su albornoz, la toalla envolviendo su cabello, y miraba su imagen de refilón en el espejo, y se decía. Otro día más para comernos el mundo!!!!
Definitivamente, no lo podía evitar, de
alguna forma tanto la mujer reivindicativa de igualdades y derechos, como la de
convencionalismos y tópicos, eran ella misma, como una moneda, se había dado
cuenta de que a veces se pueden tener dos caras, y que elegidas libremente y
siempre desde el respeto a los demás, las dos pueden ser igual de buenas y
legítimas.
AsunBH®8 de marzo de 2013