María estaba en el sillón jugando a vestir a sus muñecas. Se trataba de
muñecas de papel, primero las había recortado y luego con mucho cuidado había
recortado también sus vestidos, teniendo en cuenta no estropear esas dos
pestañitas que sobresalían en todos ellos y servían para doblarse por los
hombros y cintura de la silueta de modo que se sujetara y produjera la
sensación de haber cambiado de ropa.
Pero aunque este juego le gustaba
muchísimo, y además hacía sus propios vestidos y conjuntos para toda ocasión
imaginable (su muñeca tenía un equipo de tenis, un vestido para el cole, uno de
domingo, pantalones largos, pantalones cortos, camisones o pijamas, equipación
para esquiar, jerséis, gorros de lana y bufandas a juego, abrigo…) hoy decidió
que ya no jugaría mas con sus recortables.
En su lugar corrió a la cocina y le dijo a
su madre que necesitaba un bolso.
Teniendo en cuenta que María tenía 6 años,
a su madre le impresionó la petición. Pero le hizo gracia su insistencia y
buscó uno de ella misma en el armario.
María lo cogió encantada y se fue de nuevo
al sillón y con el bolso a su lado ocupando el cojín siguiente, comenzó a
simular que conducía.
Su madre que no salía de su asombro, pues
como era natural en los años 60, ellos no tenían ni siquiera coche, y le parecía un tanto insólito que su niña
dejara de lado a sus muñecas para hacer algo propio de un muchacho.
Le preguntó a qué estaba jugando, y ella
dijo:
- No estoy jugando mamá, ya soy
mayor, y voy conduciendo mi coche, que tengo que llegar pronto a mi trabajo en
la oficina.
Asun ®15 de noviembre de 2012