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Algo sobre mi

Algo sobre mi:

En lo que yo soy ahora han influido tanto las circunstancias de mi vida, como las personas que han desfilado por ella.


Entre las personas, los primeros mis padres. Mi padre, que por desgracia ya no vive, es la persona más honrada, justa y responsable que he conocido. Parece un tópico, sobre todo porque ya no esta, pero es la realidad, jamás le vi apartarse de lo que era correcto y repito honrado.

Mi madre, pues parecida a mi padre, una persona íntegra y con infinito espíritu de sacrificio hacia los demás y una sensatez y sensibilidad que hace que sea imprescindible pilar de la familia.

Mis hermanos, cuatro, todos chicos, bueno como es normal tenemos nuestros mas y nuestros menos, pero en general nunca llegó la sangre al río y sé que detrás de mi están todos, los cuatro para recogerme si caigo. Y lo mismo para cada uno, siempre estamos, incluso antes de que se nos llame.

Y una tía que es casi mi segunda madre.

Y después mis amigas, las que conservo desde que tenía 11 meses (si, meses) que fue cuando llegamos al barrio de Madrid, allá por los años... me cuesta decir mi edad, no es que me sienta mayor, pero si digo la edad lo voy a parecer.

Y ya solo quedaría nombrar el resto de personas que he ido conociendo y que casi todas han sido buenas y han dejado una imborrable huella dentro de mi. (las menos buenas también dejaron huella, por desgracia)

Me queda por mencionar a mi propia familia, quiero decir la que creé yo misma junto a mi marido, y se compone, de momento de él y mis dos hijos. Digo de momento porque ellos están ya en edad de empezar a vivir su propia vida,el mayor hace tiempo que la comparte con alguien, aunque todavía vive en casa con nosotros y la pequeña ya tiene también un proyecto (y que pena me da que se hagan tan mayores). Pero todo forma parte de un ciclo, que es el de nuestra existencia.

Y a esto añadiremos lo que tengo propiamente mío, que algo habrá también, aunque soy bastante simple e influenciable, con lo cual me acoplo a casi todas las situaciones y no me ha ido mal de esta manera.

Si habéis aguantado este pequeño tostón y os quedan ganas podéis leer algo de lo que escribo, que es como yo sencillo y simple.

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miércoles, 11 de abril de 2012

Mi madre (historia de una enfermedad)



Mi madre.
     Cerré un momento los ojos, a la vez que un enorme bostezo abría mi boca. Volví a pensar, como siempre, que algún día patentaría como somnífero la lectura de un buen manual de derecho. Sobre todo si tienes un examen el lunes siguiente, y con cuyo aprobado te juegas un año de carrera.
     Me levanté del escritorio, ya que, o estiraba las piernas y me movía un poco o me dormiría sin remedio, y perdería toda la tarde.
     Fui hacia la cocina, pero al pasar por delante del salón, a través del cristal de sus puertas me pareció ver que mi madre también estaba parada, no cosía.
     Efectivamente, entré y entonces, como quien es sorprendida en una terrible falta, volvió a incorporarse sobre la prenda que tenía entre manos y a hundir en ella su aguja.
- Mamá ¿qué te pasa?, espera te vas a pinchar.
Y tomé sus manos suavemente, interrumpiendo aquella precipitación por continuar con su tarea.
- ¿Estabas cansada? Yo también, me quedaba dormida- dije alegremente aparentando no darme cuenta de su sufrimiento- Anda vamos a tomarnos un descanso las dos y vemos un ratito la tele.
    Así, con mucho cuidado, había que tratarla.
    Desde que el médico nos confirmó, casi al cien por cien, que padecía esa extraña enfermedad, mi madre en vez de aceptarlo, no dejaba de pensar  que  era culpa suya, y que aquellos malditos dolores parecían fruto de su imaginación, como ese invencible cansancio que se le venía encima, igual que una losa al hacer  hasta el más leve de los quehaceres.
      En lugar de aceptar todo eso, sintió  con más fuerza que ya no valía para nada y que si aún no era del todo un ser inútil, se acabaría convirtiendo en ello sin remedio.
     Y no era así, simplemente padecía una enfermedad, que como todas, es injusta.
     Síndrome de Fatiga Crónica, ¿y eso que es?, repetía mi madre muchas veces, y murmuraba entre dientes, “eso no es ni  una enfermedad, ni nada”.
     Una enfermedad, para ella, era una úlcera, una diabetes, hasta un cáncer, todo esto eran enfermedades comunes, que ella conocía y podía aceptar.
     Pero estaba equivocada, sí que es una enfermedad, y además de las más tristes, pues es muy desconocida para el resto de la sociedad. Y con ésos síntomas, el inmenso cansancio, esa debilidad, y el dolor, ese dolor indefinido, de todas las articulaciones, ¿cómo explicar que no puedes levantarte, simplemente porque no tienes fuerza para hacerlo?
- Anda hija, vuelve a estudiar, no pierdas el tiempo aquí conmigo.
- Mamá ya te lo he dicho, me estaba quedando dormida, no te creas tan importante, no estoy viendo la tele por hacerte compañía, además es la hora del concurso, venga a ver si hoy se llevan el premio. ¿Un café?
    Mi madre nunca ha podido resistirse al café de media tarde, así que aprovecho, antes de que se me venga abajo otra vez y voy a la cocina, preparo esos dos buenos, aunque descafeinados cafés, y vuelvo enseguida con la bandeja y mi mejor sonrisa, a sentarme en el sillón, a su lado.
     Y por unos momentos, olvidamos los apuntes de derecho, las enfermedades con nombres raros, y disfrutamos, de una tarde perfecta y sobre todo feliz.